9/10/09

La sombra del infausto.

¡Ah! ¡Con qué feroz porfía acometió a mi vida! ¡Con qué fuerza se incrustó en mi mente revolucionando mi sosiego y arrancando de raíz mi dicha!

La gélida noche atrofiaba mis huesos. Mis pasos imprecisos y tímidos resonaban para mi interior como un corazón desesperado. Sombras incongruentes se proyectaban en las baldosas y se quebraban contra las paredes. ¿Qué esperanza resurgiría para convencerme de que la vida tenía un propósito digno de ser seguido? ¿Escupiría mi desazón y me abriría paso entre la masa innoble? Una vez más lo haría. Entre ocultadas mentiras y desnudas verdades. Mi sombra, artificio de lo fútil, caminaba a mi lado. Mi infundada soledad ¡ah! ¡Qué terrible destino!
El desánimo colmaba mis sentidos y mi pesar divagaba entre la niebla cuando de repente oí endebles risas provenientes de un hogar.¿Qué feliz mentira vivirían?¿Con cuánta inocencia angelical me encontraría al asomar por su ventana? Mis dudas se pudieron despejar sólo cuando atisbé hacia allí y de repente la vi: su belleza distante se clavó en mí como una puñalada impía y mi debilitado cuerpo cayó como una vieja ruina ante su virtud incandescente. Todo desapareció menos su rostro impoluto y lumínico. ¡Qué magnificencia divina! Sólo entonces entendí mi soledad, mi penumbra silenciosa y mordaz. El augurio del fin clamaba en el oscuro equilibrio terrenal y ensordecía a mi espíritu sin luces. La ausencia de su inmaculada imagen empujaba a mi alma hacia un abismo.¡Ah! ¡El imponderable dolor de que no habite en mi su hermosura insondable!¡ Me prosterno ante el cielo apagado, ante la luna llena, y rezo, como un fiel cristiano y lloro, cual fantasma desdichado, por su distancia inapelable y el odio efervescente que se desprende de mis venas!

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